Antes el tiempo fue extrañarte
no saber de tus besos,
pero a diario buscarte debajo de los rostros,
ignorarte de noche
en las estrellas,
y sin saber
saberte,
en silencio esperar que aparecieras.
Luego fue de olvidar el tiempo y sus relojes
de dejar de buscarte debajo del acaso,
no pretender ya tu boca
ni tu rostro,
sólo creer
sin ver,
en el hallazgo.
Después era ofuscar mis ojos a la luz del enrostro
no aprender
ni saber
sólo beber del pozo de tu boca
dichoso y sin reloj,
y en el debajo del umbral de ti
cerrar los ojos,
y no esperar
ni ver
sino correr despacio los cerrojos.
Y en el final del tiempo
sin saber
ni creer,
cayendo en el pozo de mi pecho,
entrando en el desrostro,
ya sin luz,
ya sin ojos profundos
como besos,
te amaré en el silencio
de mis sueños
abiertos.
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